Las fiestas de fin de año, Navidad y Año Nuevo, son acontecimientos de suma importancia en todo el mundo. Y la Argentina no es por supuesto la excepción.
Se las puede abordar de muchas formas, religiosas, familiares, de encuentros y desencuentros, retrospectivas y de planes a futuro, y, por supuesto, desde el punto de vista gastronómico.
Y aquí llegamos al meollo de la cuestión que hace que desde que tenemos uso de razón nos preguntemos al parecer sin respuesta o simplemente sin ganas de tener una respuesta: qué cuernos hacemos los habitantes del hemisferio sur del Planeta, donde la temporada estival se pasea triunfante, comiendo todo tipo de alimentos que podrían ganar el campeonato mundial de calorías a riesgo de las más diversas indigestiones o simplemente, como decimos en Argentina “en buen criollo” de literalmente “explotar”?.
El tema es que está perfecto que en países del hemisferio norte, de donde es oriundo Santa Claus, Papá Noel o como quiera llamárselo, y en los cuales el frío, la nieve y el clima destemplado es el común denominador hacia fines de diciembre se reúnan las familias y los amigos para celebrar e ingerir unos buenos guisos, pavos y todo tipo de aves y carnes generosamente rellenas y condimentadas y otras comidas de alto valor calórico sin el peligro de morir en el intento.
Ni hablar que todo esto debe y de hecho es así, ir acompañado de cuanta bebida alcohólica se nos ocurra, como para diluir lo que se está ingiriendo y combatir todavía más el frío reinante.
Párrafo aparte merecen los frutos secos, nueces, almendras avellanas, solas o dentro de exquisitos panes dulces o budines, que vendrían a ser algo así como la espoleta de la granada a punto de explotar.
Y aquí, como diría el Papa Francisco “en el fin del mundo”, nos especializamos en preparar bien la granada y después tirar de la espoleta.
¿Por qué empecinarnos en seguir las costumbres de los países del norte y no proponernos comer pollo o cualquier carne asada acompañada de verduras y ensaladas frescas y finalizar con una buena ensalada de frutas o un riquísimo helado?
¿Por qué no acompañar la cena navideña y la de fin de año con sólo una o a lo sumo dos copas de vino y al momento del brindis hacerlo con no más de una copa de champagne, sidra o lo que se nos ocurra o tengamos a mano?
Al parecer a largo o no tan largo plazo los habitantes del hemisferio sur en general y de la Argentina en particular tenemos lo que podríamos denominar tendencias “gastronómicamente suicidas”…
José Luis Venturino para El Portal de la Esperanza