No es ninguna novedad que Brasil tiene uno de los territorios más bellos del mundo, lo cual lo beneficia mucho para la actividad turística.
Y hace apenas unos días, el 6 de octubre, la prestigiosa revista de viajes Condé Nast Traveller entregó los premios Readers’ Choice Awards 2020 a la excelencia turística.
Dos islas brasileñas resultaron elegidas entre las mejores del mundo para el turismo mundial en todas sus formas.
La distinción fue otorgada después de la votación de casi 1.000.000 de lectores de todo el mundo luego de sus experiencias de viaje.
La distinción recayó en Ilha Grande en el estado de Río de Janeiro, frente a Angra Dos Reis, y en San Fernando de Noronha, un bellísimo archipiélago de 21 islas situado frente a la costa noreste de Brasil.
Ilha Grande sorprende desde el vamos a los turistas porque además de su belleza casi irreal no tiene automóviles. Sólo están autorizados a circular los camiones de servicios y la única ambulancia que tiene la isla.
Se ubicó en el quinto lugar en el “Top Ten” de todas las islas del continente americano, norte, centro y Sudamérica.
El paisaje es semi salvaje y se conservan muchas reservas animales y vegetales, además de un mar calmo y transparente sobre todo en la parte sur de la isla.
Los alojamientos no son lujosos pero sí confortables y aptos para los gustos de todo tipo de personas que visiten la isla.
San Fernando de Noronha tiene varias de las mejores playas de Brasil y presenta un estricto y exclusivo límite de 460 visitantes en la isla en cualquier época del año.
Esto se refleja en la gran anticipación con la que hay que hacer reservas para visitar la isla.
Podrán deleitarse los turistas con cascadas, imponentes acantilados y grandes extensiones de playa con bastante distanciamiento entre los grupos turísticos.
No hay mucha hotelería pero sí de muy buena calidad, lo cual es ideal para la poca cantidad de turistas que admite la isla.
Una vez más Brasil nos sorprende, o no tanto, con lugares de ensueño para visitar y disfrutar en familia, pareja o en soledad…
Por José Luis Venturino para El Portal de la Esperanza
